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*****Pasa en un tren******* La mujer mira por la ventana, tiene los ojos fijos en el paisaje que cambia, no lo ve, amanece, no hay nadie más en coche-comedor. Entra un hombre que se sienta en una mesa lejos de ella, en el otro extremo. Tiene los ojos vacíos, no mira la mujer, no mira nada. Esperan .¿Esperan?. Sólo se escucha el leve run-run del tren y luego, sobre él, el taconeo del mozo que cruza lentamente el vagón. Se detiene un momento junto a la mujer, ella no lo mira, continúa hasta llegar junto al hombre, se detiene, después de un momento continúa su caminar hasta el vano de la puerta que lleva a la cocina y espera. Es su rutina, no hay nadie más, pero el siente que el vagón está lleno, esa mujer y ese hombre invaden el espacio y le dan un peso que lo inquieta. Siguen inmóviles, no se miran. La ventana, del hombre mira al poniente, se llena de arreboles. El no los ve. La mirada de la mujer continua perdida en el paisaje. Entran otros pasajeros, el mozo los atiende, el vagón se llena de ruidos que no existen para el hombre y la mujer. El vagón se vacía, salvo de ellos dos. El mozo se acerca a la mujer y le dice ¿Un café?. Ella deja, por primera vez de mirar el paisaje, mira al mozo en los ojos, después de instante le pregunta ¿Qué edad tienes?: Veinticinco años, Señora. - Como mi hijo, como mis hijos (dice ella). El insiste ¿Un café?. Ella hace un gesto. El trae un café con tostadas. El mozo se aleja. Va donde el hombre y le dice ¿Un café?. El hombre recoge su mirada, le dice -Si - luego, cuando le trae el café con tostadas, lo mira, frunce algo el ceño y le pregunta: ¿Quién es ella?- No sé, no se ha movido de ese sitio, me preguntó mi edad, veinticinco años.¿A quién puede importarle?- El hombre mueve la cabeza, dice ¿Quién sabe? y sus ojos se pierden en el vacío mientras, lentamente toma su café. La mujer se ha vuelto a sumergir en el paisaje. El mozo se instala en la entrada a la cocina . Los mira y piensa. ¿Quienes son?, ¿Qué lazo sutil los une? Los dos parecen estar embargados en una profunda historia diferente. ¿Será diferente?. Quizás la de ella es triste, muy triste. La de él, pare ser otra cosa, algo que le pasa adentro. Oleadas de gente. El coche se llena y se vacía, se llena y se vacía. El tren se detiene y parte, se detiene y parte. Ellos siguen allí. Todo parece seguir igual. Sólo cambia el paisaje, ahora es la ventana de ella la que se llena de arreboles.. El mozo piensa. ¿Por qué los miro? ¿Qué me fascina de esa mujer ¿Qué hay en ese hombre, por qué siento que, junto a ella, es lo único que ha llenado el vagón todo el día?. El suave runrún cambia de ritmo, una vez más, se alarga., desaparece. El y ella toman un pequeño maletín. El de ella viene de muy lejos. El tren se detiene. Los dos bajan. Ya es de noche. Ha llovido. La luz de los faroles se rompe y se multiplica en el suelo. Las calles están vacías. Ella sabe donde va, la ciudad es pequeña y la conoce. Camina sin prisa, sin ver. El toma un taxi. Da la dirección. El mozo se demora. Tiene que cambiar de ropa. Cuando sale aún divisa, lejos, a la mujer que aparece y desaparece en las luces y las sombras de los faroles. La sigue, un poco por seguirla y también porque ese es su camino. El hombre llega donde va. Toca un timbre. Aparece una mujer engordada un poco ruda, con el pelo mal teñido. Una voz pregunta ¿Quién es? , ella contesta no sé. Aparece un hombre alto, seco, poco amable. Pregunta ¿Quién es Ud.? ¿Qué quiere?. El Hombre contesta dulcemente. -Soy la persona que recibió el riñón de su hijo. Quería agradecer y saber algo más de él. El nuevo hombre dice: -Ah. ¿Qué quiere? Ya recibió su riñón, quizás le debe la vida. ¿Qué más quiere?. El Hombre : -No sé, quería saber como era, ver algunas fotos, imaginármelo, ahora que es parte de mi. El hombre de la casa, algo más suave, sin cortesía: -Si, entre. Aquí tiene un álbum. (La mujer no cierra del todo la puerta, espera que se vaya). El Hombre comienza a mirar las fotos. Aparece alguien que, vagamente, le recuerda la mujer del tren que tiene en los brazos dos hijos pequeños, dos mellizos. Luego hay más fotos, se repite la mujer y los dos hijos que, al crecer, son, poco a poco, más distintos. Se sorprende, uno de ellos se parece cada vez más a él, de pequeño. La mujer desaparece, ya no está más. Luego hay una foto de uno de ellos, en la playa, de 10 años o algo así. El tiene en su billetera, no sabe porqué, una foto de si mismo, en una playa, más menos a esa edad. La saca son indistinguibles. Se angustia. Hojea nervioso el álbum . Se reconoce más y más, se ve crecer hasta la foto final, un sonriente hombre jóven. Por primera vez levanta la vista. Mira demudado al otro hombre que, con aire indiferente, lo observa en silencio. Mira ahora a su alrededor. Hay más fotos, entre otras, una vieja del dueño de casa de uniforme con alguien que parece ser la mujer del tren. Una idea atroz se cruza por su mente. Una certeza. En el momento en que va a hablar, alguien empuja la puerta. Es la mujer del tren que ha mirado la escena. Por primera vez se miran. Ella se da vuelta hacia el hombre de la casa y le dice con violencia ¡¿Por qué lo mataste?! Sé que lo mataste, te conozco a ti a tus métodos. Este la mira fríamente y le dice no es tu hijo, tu lo sabes, esos hijos yo de los di porque no podíamos tener hijos. (Alguien, con su llave, abre la puerta y aparece el mozo del tren, nadie lo mira).El hombre de la casa repite con violencia. Andate de esta casa, ya te eché una vez, no me obligues a hacerlo de nuevo. La mujer grita:- ¡Es mi hijo, yo lo crié y lo sufrí.! El hombre grita -¡No!, ¡No es tu hijo, yo te lo di, vete!-. La mujer se acerca y lo escupe. Luego se vuelve al hombre del tren, primero lo mira intensamente, luego ve la foto en la mano, se la quita sin preguntar, la mira y dice con fuerza: -¿Es Ud. verdad?- El Hombre asiente, ella lo mira fijamente (ahora sus ojos están llenos de una larga historia), le dice lentamente: -Era su hijo, cuando mataron a su mujer, él se quedó con los mellizos. Los dos hombres se miran. El de la casa enrojece y grita -¡Vete o te mato!. El mozo, desde la puerta, ha comprendido todo, entra, abraza a la mujer, la arrastra, fuera de la casa y le dice -Vamos madre. El hombre del tren sale lentamente detrás. Pone su brazo sobre el hombro del mozo. Sabe que éste también es su hijo. Draco Maturana, Príncipe de Nercón, patria de los arcoiris. Casilla 14, Castro Chile, Fono: (65) 636176 e-mail: dracomat@entelchile.net RUT: 1.982.173-0 |
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