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Navidad en la Isla Ella llegó un día cualquiera. Un día como todos de lluvia, sol y bruma. En esa isla no eran bien recibidos los desconocidos, siempre parecían sospechosos. Cuando quiso quedarse y preguntó dónde, nadie mostró mayor entusiasmo ni simpatía, pero finalmente le mostraron una pequeña y vieja casa que estaba en un extremo del pueblo. Había sido de una prostituta que se ponía junto a uno de los caminos.. como esta escrito en la Biblia. Poco después llegó él y sin preguntar mucho, se puso a construir con sus manos una pequeña casa en el otro extremo del pueblo. No pidió ayuda, esto no fue bien visto, al igual que el hecho de que nunca se apareciera en los sitios donde se reunían los hombres del pueblo. El Cabo del Reten rápidamente informó de sus malos antecedentes. Se decía que ambos habían estado en la cárcel, no se sabía claramente por qué. En todo caso, los dos parecían ser criminales o extremistas peligrosos pues, cada uno, tenía que pasar a firmar un cuaderno al Retén. Al principio el Cabo fue muy puntilloso a este respecto, puso horarios, los trató mal. Pero, como esto se transformó en una esclavitud para él, decidió entregar a cada uno su cuaderno y les indicó que pasaría de vez en cuando a verificar que estuvieran correctamente firmados. El y ella no se topaban nunca, en parte por la bruma, muy frecuente en la isla, donde no era raro cruzarse casi sin verse, como también, porque cada uno hizo un pequeño huerto y tuvo unos pocos animales, lo que los hizo casi independientes y sus visitas al almacén del pueblo eran raras. Las esporádicas visitas del Cabo, aumentaron las sospechas. Dijo que el arreglo de sus casas era raro: tenían libros y cuadros extraños. Los dos tenían cojines en el suelo y sus camas en la cocina y no se sabía que en el dormitorio. De ella, rápidamente se dijo que era bruja, luego alguien aseguró que la había visto volar, incluso que había visto donde dejó sus interiores antes de emprender el vuelo, así quedó definitivamente como una Mensajera. De él, poco a poco, se pensó que también era un brujo, alguien recordó que, cuando le llegaron unas cajas y lo ayudó a descargarlas, eran cajas muy pesadas con libros, seguramente de magia y también un baúl que se abrió y tenía instrumentos raros. Esto fue confirmado cuando ayudó hábilmente a alguien que se accidentó cerca de su casa, en los caminos donde solía pasearse. Más tarde unos pocos, que le pidieron consejo frente a una enfermedad, confirmaron sus artes. Así fue que nadie se metía con ellos y los evitaban cuando iban a comprar alguna pequeña cosa o al correo, donde los dos recibían cartas con sellos raros. Alguna vez se encontraron en el almacén y el almacenero, que les tenía una vaga simpatía, dijo, discretamente, a cada uno, que el otro era un personaje peligroso con el cual era mejor no meterse. Pasó el viento del invierno, llegó la primavera con sus flores y tiempo más tibio. Ella comenzó a venir con más frecuencia al pueblo, pronto fue claro que estaba embarazada. Nadie preguntó nada, pero los cuchicheos de rigor llevaron a la conclusión de que era también una prostituta y no faltó quién aseguró haberla visto junto al camino. El pueblo, se olvidó de ella, ignoró su embarazo, si era una mala mujer nadie tenía la menor intención de ayudarla. Luego la noticia de que vendría un cura y habría misa de Navidad los ocupó y todos los comentarios se centraron en cómo adornar la iglesia, qué comida le darían al cura, cómo fabricar un Nacimiento digno del acontecimiento. Cada uno sacó sus tesoros y los fue colocando como adorno para que el pesebre fuera fastuoso. Se lavó el piso de la iglesia, incluso se limpió la campana para que su sonido atravesara toda la isla. Por fin llego el día tan esperado. Se recibió al cura con gran alboroto y todos esperaron la Noche Buena y su Misa del Gallo como una gran fiesta. Todo se preparó para ello. Para él la Navidad se llenaba de recuerdos de infancia, de la familia que había tenido y que ahora estaba dispersa por el mundo. Solo en la isla, lejos de los suyos, le era algo muy penoso, y por eso, ese día, caminó mucho más lejos y terminó volviendo, muy tarde, por el otro extremo del pueblo por donde nunca se había aventurado. Al acercarse a la playa oyó quejidos intermitentes, muy intensos y angustiados. Venían de una casa que estaba algo aislada y que era la última casa de la playa. Empujó la puerta y allí se encontró con un fuego moribundo y una cama con una mujer acostada de espaldas que se quejaba. El la reconoció inmediatamente. Ella lo miró como quien espera todo y nada. Sola en medio de su dolor, cada vez más intenso, que se le hacía eterno, un rostro, una mano era un bálsamo. Para él fue claro que la mujer estaba embarazada el enorme bulto sobre su cuerpo no dejaba duda, pero igual preguntó -¿Qué te pasa? ¿Sufres mucho?. Ella poniendo en él una esperanza de compasión, de ayuda inútil , contestó- Si, llevo horas así, cada vez estoy más débil, creo que me voy a morir. Algo se revolvió violentamente dentro de él, tenía estrictamente prohibido ser médico en la isla, pero no podía dejar de intentar ayudar a esa mujer que sufría delante de sus ojos. El le dijo -¿Me dejas examinarte?-. A ella ya nada le importaba, igual sentía que se moría, corrió las frazadas que la cubrían y dejó a la vista su vientre enorme. A él le bastó un par de toques para ver que el pequeño estaba mal colocado. Supo que el parto sería imposible, supo que sin su ayuda la mujer y su hijo morirían, sintió que era un milagro que él estuviera allí. Debía hacer algo que no había hecho nunca, un maniobra de otro tiempo, que hoy día era una locura intentarla, debía girar el pequeño dentro del vientre de la madre, allí inmediatamente, sin guantes, sin ayuda, sin nada. Respiró profundo y le dijo -Tranquilízate, se que hacer, todo saldrá bien-. Rogó que lo que había visto hacer alguna vez a su viejo Maestro resultara. Con decisión introdujo su mano en el vientre de la mujer, la dilatación, por suerte, era suficiente, pudo tomar el pequeño, girarlo, ponerlo en posición y pedirle a ella - Ahora puja, puja..... Con la primera gran contracción apareció en el sexo de la mujer una mancha negra, -él rogó a todos los Dioses que aquello siguiera bien.... poco a poco salió el resto de la cabeza.. lo que vino fue fácil, el pequeño cayó en sus manos justo cuando las campanas de la iglesia comenzaban a repicar. En medio de sus tañidos , casi no se escuchó el primer grito... Cortó el cordón, puso al pequeño sobre el pecho de la madre, sus propias lagrimas, la sensación de milagro, le impidieron ver el rostro de ella. Luego, mientras los cánticos de "Gloria a Dios en las alturas", inundaban la isla, salió, lavó al pequeño en el arroyo, lo vistió con la ropa preparada y lo colocó definitivamente en el regazo de su madre. Luego se sentó a su lado, le tomó la mano y juntos, como una familia, esperaron el alba. Navidad 1999. Draco Maturana, Príncipe de Nercón, patria de los arcoiris. Casilla 14, Castro Chile, Fono: (65) 636176 e-mail: dracomat@entelchile.net RUT: 1.982.173-0 |
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