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En octubre de 1788 los capitanes Alejandro Malaspina y José Bustamante y Guerra solicitaron la venia del entonces rey de España Carlos III para organizar una expedición que, con objetivos tanto científicos como políticos, les llevara a reconocer el entonces basto mundo colonial español en el Nuevo Mundo. La expedición, que pretendía ser de índole similar a aquellas de emprendidas por James Cook y el Conde de La Pérouse, recibió aprobación del rey y los dos oficiales se pusieron a planificar la ambiciosa empresa.
Para los preparativos científicos Malaspina y Bustamante contaron con la opinión de los científicos e instituciones científicas europeos más reconocidos de su tiempo. La atmósfera de cooperación científica que reinaba en Europa hizo posible las consultas con la Real Sociedad de Londres y La Academia Real de París, entre otras. De todas estos científicos e instituciones, los oficiales recogieron la necesaria información tecnológica, naval, hidrográfica, científica y política. Su propósito era el de realizar las tareas científicas de la expedición usando la tecnología más actualizada, los métodos taxonómicos más precisos, y en general, la más moderna información científica disponible en Europa en aquel momento.
Para el desempeño de la expedición, que fue planeada para durar tres años y medio y que debía navegar esporádicamente bajo condiciones extremas, se construyeron dos corbetas nuevas diseñadas de tal manera que pudieran transportar cien personas, incluir grandes almacenes capaces de guardar los especimenes recolectados por los botánicos y naturalistas, y ser armadas con veintidós cañones cada una.
Los oficiales participantes fueron elegidos personalmente por los mismos Malaspina y Bustamante. En diciembre de 1788, el teniente Antonio de Tova Arredondo, quien se uniría a la expedición a petición personal de Bustamante, fue encargado de la selección de la marinería para las corbetas. La dotación final consistió de 102 hombres cada una, dos más de lo que permitía el diseño. Entre estos había oficiales astrónomos, naturalistas (botánicos), artistas, médicos, sacerdotes, un director de cartas náuticas y mapas, y varios pilotos. El resto lo componían los marineros y soldados.
Una vez que concluyeron todas las tareas preliminares y la tripulación fue reclutada y entrenada, el 30 de julio de 1789 los capitanes Malaspina y Bustamante dieron órdenes de levar ancla en Cádiz y la Descubierta y la Atrevida salieron para explorar las costas conocidas y desconocidas del imperio español.
Por más de sesenta y dos meses las dos corbetas exploraron la costa atlántica de Sudamérica desde Montevideo al Cabo de Hornos, la Costa del Pacífico desde cabo de Hornos a Acapulco, y las islas del Pacifico sur en las Filipinas y algunos puntos circundantes de Australia. A los oficiales se les encomendó cartografiar las costas, para el trazado de cartas marinas más precisas, así como la recogida de datos socio-políticos y económicos de los lugares visitados. Los dos naturalistas de la expedición, Luis Neé y Tadeo Haënke, debían buscar flora y recursos naturales, mientras que artistas como Juan del Pozo, José Guió, Juan Ravenet, Fernando Brambila, José Cardero y Tomás de Suría, dibujaban los especímenes recolectados por los naturalistas, así como imágenes que recogían las características etnológicas de la población, tanto indígena como criolla, y vistas de las ciudades y lugares visitados. Francisco de Paula Añino, capellán de la Atrevida, mantuvo un registro de las fechas de salidas y llegadas a puerto de esta corveta, proveyendo así un esquema detallado y preciso del curso de la expedición.
En muchas ocasiones los oficiales debían realizar comisiones específicas a nivel personal, en parejas o divididos en pequeños equipos para cartografiar algunas áreas determinas de la costa que no podían ser atendidas por el grupo en su conjunto. Este es el caso de la comisión realizada por el entonces teniente de navío don Antonio de Tova Arredondo en la isla de Chiloé en 1791. El resultado de sus indagaciones en la isla se reflejaron en una serie de apuntes que contenían sus observaciones, sus pesquisas y cualquier tipo de información que pudo considerar útil en su desempeño. De esta manera presentamos las "Noticias de Chiloé", manuscrito que se encuentra actualmente conservado en el archivo del Museo Naval de Madrid y que hemos transcrito para el beneficio de los isleños y de todos aquellos interesados de alguna manera en la historia de Chiloé. Este documento fue escrito de puño y letra por el mismo teniente Tova y debido a la abundancia de correcciones y tachaduras nos atrevemos a asegurar que se trata de un primer boceto, que más adelante sería puesto en limpio, editado y añadido al resto de los papeles de la expedición. Recordemos por último que los oficiales de la Ilustración debían solamente producir registros documentales lo más fieles posible a la realidad observable, sin contaminaciones literarias, mitológicas o interpretativas, aunque en numerosas ocasiones no se ciñen demasiado a estas reglas dejando así ver sus opiniones y estados de ánimo personales, enojos, sentido del humor, etc.
Para más información puede consultarse:
- Braun Menéndez, Armando. El rostro romántico de Chile: dibujos y acuarelas originales sobre Chile de los pintores de la expedicioón Malaspina, Pozo, Brambila y Ravenet y de Alphonse Giast, Juan Mauricio Regendas, Andre-Auguste Borget y Benoit-Henry Darondeau. Santiago de Chile: Sociedad de Bibliófilos Chilenos, 1962.
Cano Trigo, José María. ?Expediciones hidrográficas en la región de Chiloé.? Revista de Marina 5 (1987): 481-487.
- Domínguez Ortíz, Antonio. Carlos III y la España de la Ilustración. Madrid: Alianza Editorial, 1990.
- González Montero de Espinosa, Marisa, and Jose Luis Peset, eds. La ilustración y el hombre americano: descripciones etnológicas de la Expedición Malaspina. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1992.
- Kendrick, John. Alejandro Malaspina. Portrait of a Visionary. Montreal: McGill-Queen?s University Press, 1999.
- Porrua, Enrique J. The Diary Written by Lieutenant Antonio de Tova Arredondo. Malaspina Expedition, 1789-1794. New York: Edwin Mellen Press, en prensa.
Texto escrito por Enrique J. Porrua
Noticias de Chiloé
Los habitantes de la isla de Chiloé están divididos en curatos, estos en partidos, que últimamente se subdividen en capillas en la forma siguiente:
Curato de Castro. Comprende los partidos de Castro, Chonchi, Puguelón , Queylén , Achau , Meulín y Tenaún. El primero se forma de 11 capillas, el segundo de 5, el tercero de 6, el cuarto de 8, el quinto de 8, el sexto de 5, y el séptimo de 8. Hay en él 10.031 españoles criollos, 8.750 indios.
El curato de Chacao comprende los partidos de Chacao y Pudetu. Estos 14 capillas inclusa la Real y en ellos 3.107 españoles criollos y 1.464 indios. El de Calbuco sólo el pueblo de su nombre con 14 capillas, 1.334 criollos y 1.403 indios.
En el día produce la isla de Chiloé 271 fanegas de habas, 33 de porotos, 152 de frijoles, 175.54 de trigo, 114.20 de cebada, 65.000 de papas, 222 de Quina, 109 arrobas de lino, 200 fanegas de cebollas, 160 de ajos, se recogen 4.800 repollos y 500 zapallos anualmente.
Hay [4.818] vacas 3.480, 1.024 toros, caballos 3.464, yeguas 3.525, potros 936, puercos 5.054, hembras 3.381, ovejas 86.683, carneros 2.160, cabras 17.307, chivatos 1.354, gallinas 20.740, pavos 1.200, gansos 800. [Se benefician de algunas] 48.793 manzanos, 192 membrillos, 352 canoas y 472 piraguas.
Los habitantes de estas partes de la isla me han parecido humildes, pacíficos y obsequiosos y, según los productos de la isla, muy laboriosos que el común de los americanos, especialmente criollos, manifiestan una [?] que aunque inusitada, es muy superior a lo que podía esperarse y corresponde al país en su actual [situación].
Mientras los hombres se ocupan en el cultivo [tejen] benefician las mujeres la lana, el lino y [alg] poco algodón. De la primera hacen ponchos, mantas y una especie de bayeta basta y menos consistente que la europea, [El telar en que fabrican] y sobrecamas bordadas de la misma tela. El telar en que fabrican todos estos tejidos se reduce a un [cuadrado firme de madera] cuatro palos cilíndricos de madera que forman un cuadrilongo sus dos lados mayores de [folio 19v] dos varas de altura y cuartas las menores. Se sirven de un peine para subir o bajar la trama y de la espada para unir los hilos y dar fuerza a la tela pero, [en los ponchos se ven precisadas los ponchos] en los ponchos el tejido complicado de trama y flores o figuras no les permite hacer uso de aquellos instrumentos y se ven precisadas a trabajarlos a mano, bien que sobre el mismo telar.
El principal alimento de los indios consiste en la harina de trigo generalmente molida y tostada a que le suelen agregar una tercera parte de cebada en la misma disposición. Diluida en agua caliente la toman que aseguraron era del mayor alimento y muy sano. Las papas de varias especies asadas y cocidas que también cuentan con los guisados de los criollos como parte esencial y agradable.
[Los montes están cubiertos de maleza casi impracticable hasta la altura de 4 o 5 varas y sobre ella se elevan los muermos, robles, lumas, canelos, y que cubren por todas partes.]
El terreno intermedio se forma cordillera de montes de alturas desiguales y bastante considerables. Se ven cubiertos por todas partes de una maleza impenetrable sobre la que se elevan majestuosamente los muermos, robles, mantos que suelen tener de 3 a 4 pies en diámetro y de 40 a 50 varas de altura y área por la demasiada [folio 20] humedad del suelo donde jamás penetran los rayos del sol o ya por naturaleza notamos en varios de estos árboles cortados a mano o rotos por temporales que habían podrido el centro quedando sólo un círculo de 8 a 10 pies de madera sobre el que estribaban.
Los naturales hacen uso de estas dos especies para la construcción de las casas, de las lumas para estacas y para vender a las embarcaciones mercantes del comercio de Lima que siempre las llevan en lugar de lastre.
No hemos visto los árboles monstruosos que nos aseguraron había. Hemos sabido que los son los únicos que llegan a esta corpulencia pero parece son indígenas de las cordilleras y por consiguiente no se hallan en la isla.
Estas noticias se tomaron en 1790.
[folio 20v] Los indios pagan anualmente 5 pesos a las cajas reales ya en moneda, en tablas de, o jamones. Cada pueblo tiene un numero fijo de contribuyentes proporcionado al numero de habitantes y el alcalde está obligado a presentar el importe aunque aumente o disminuya la población el importe y numero no varían hasta nueva matrícula que no tiene determinada época.
[folio 21v] Por lo que hace a minas de fierro se cree que las hay en varias partes de la isla pero ni se ha hecho encargo alguno ni los hombres [guaitecos] hallan otro fundamento para esta creencia que unas débiles conjeturas con las minas se dice haberlas de azogue.
Cuenta el mismo padre la llegada a este Puerto del inglés [Palmeron], del miedo que causó a los habitantes, del reconocimiento que hizo su lancha de toda la isla y de la quema que este algún tiempo antes había hecho de dos navíos del comercio [vistos] en el Puerto de Concepción.
En 1716 emprendió un viaje desde esta isla a la cordillera el padre Francisco Meléndez, misionero europeo, acompañado de 21 hombres. Entró por el estero de [Marilmo] , donde suelen ir los Chilotes a hacer tablas [?], de allí pasó por el mismo estero al río [Vodudagua] y por este al [Rereno]. Sobre sus orillas levantaron un rancho para preservar los víveres, dejaron los que no pudieron cargar y marcharon por un sendero que había descubierto o formado en otro viaje anterior. Llegaron a una laguna al pie de las cordilleras muy altas después de un camino de 13 días al E y NE. Construyeron 3 canoas y con ellas la atravesaron. Transportaron por tierra las canoas a una segunda laguna mayor que la primera y en ella desembocaron a otra mucho mayor que las dos anteriores que [folio 22] no pudieron navegar hasta el [extremo] fin por demasiadas corrientes que en su extremo arrojaba las canoas sobre unas piedras donde se despeñaban.
Hicieron por tierra algunas leguas por montañas quemadas, y se creían muy cerca de las pampas cuando por falta de víveres se vieron precisados a retirarse. El padre dice que vio cerca del sitio en que estaban una grande humareda, pero no parece la reconoció; como tampoco la decantada Ciudad de los Césares de la cual asegura estaba a tres leguas.
Uno de los descubridores dice halló un correón en suela adobada con agujeros usado y roto de hebillas que supusieron fue cincha de caballo habiendo encontrado allí mismo mucho estiércol. La quema del monte no era muy anterior a este reconocimiento pues hallaron un venado quemado cuyos cuernos parecían maltratados de tiempo.
[Folio 22] La isla de Chiloé está dividida en tres curatos a saber subdivididos en partidos y estos en capillas que comprenden varios pequeños pueblos.
El de Castro que comprende siete partidos, a saber: Castro, Chonchi, Queilén, Puquelón, Achau, Meulín, y Tenaún. Hay en él primero 11 capillas 5 en el segundo, 8 en el tercero, 6 en el cuarto, 8 en el quinto e igual numero en el [blanck].
Entre los papeles de las capillas jesuitas de castro solo se hallan dos relaciones. La primera contiene varias conjeturas de un misionero jesuita en el año de 45 sobre las poblaciones europeas que creo existen en el estrecho de Magallanes, Tierra del Fuego o isla de Inchín. Sus razones son tan poco fundadas que no merecen aprecio. Por incidencia dice que las islas llamadas Guaitecas y las de su parte del S que forman el archipiélago de Chonos son mas de 150 muchas de ellas de tierra llana, cubiertas de pastos y extraordinariamente abundantes en pescado. Parece que ese tipo intentó poblarlas pasando de Orden del Rey algunas gentes con este objeto, pero nada dice del abandono de ella ni de los motivos que lo produjeron. Asegura que en la isla de Chiloé se hallan minas de oro, [fierro], y diamantes, que dice ha visto del tamaño de un huevo de paloma aunque se le había quitado un pedazo por descuido del indio que lo halló. Según todas las apariencias el padre entendía poco de diamantes.
Transcription provided by Enrique J. Porrua
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