volver a la Revista
artículos    cuentos    crónicas    poesías    reportajes    notas
volver al Portal








¡Haga click Aquí!



Esta revista está diseñada para que cualquier persona envíe un artículo del tema que desee. Chiloeweb, publicará todo el material que recibamos siempre y cuando no contenga temas que atenten contra la moral o las buenas costumbres.

Se aceptará una cantidad de texto determinada por una hoja tamaño carta, escrita en letra tamaño 12. El artículo podrá incluir hasta 2 imágenes (en formato jpg o gif). Todo el archivo no debe exceder un tamaño superior a 150 Kb.

Para enviarnos su artículo utilice nuestro e-mail, "pinchando" el botón "Envíe su artículo" (derecha).

IMPORTANTE: debe indicar en el encabezado su nombre completo, RUT y título del artículo. Estos datos son indispensables para publicar su artículo.

Las opiniones vertidas en el artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y no representan necesariamente la opinión de Chiloeweb. La Dirección se reserva el derecho publicar y reducir el artículo.

volver al Portal

Pájaros intrusos


Entré a tu dormitorio sin tu permiso. Debió ser porque no te lo pedí. Te mentiría si te dijera que me fue difícil llegar, a pesar que tuve que atravesar una ciudad que no conocía, un país que no conocía. Lo realmente difícil vino después, cuando debí aguantar y quedarme ahí en tu alcoba, arrinconado, como un nudo de nervios bañados en acero, inquebrantables.

Tu dormitorio pudo dejarme paralizado, traumado quizás, pero mirando objetivamente, era bastante agradable. Era TU dormitorio, y eso a mi me bastaba.

Entré a la hora en que, según supuse, podría encontrarte, escabulléndome entre escaleras, arrancando del temor de haber ido tan lejos. A esa hora mis ojos no daban más de sueño, tanto, que ni siquiera pude mirarte, decidí hacerlo en cuanto amaneciera.

Entonces caí dormido en ese lugar de tu pieza que tu ya no visitabas, porque ese ego al que yo alimenté hizo que no necesitaras de su refugio.
Cuando desperté, no reconocí el lugar. Sólo recordaba que al llegar había tenido que forcejear con la multitud que por las noches se agolpa en tu casa; del resto, nada, ni que corrí semidormido desde el terminal, ni que anduve escondiéndome como un ladrón, ni nada de eso. Recién cuando logré ubicarme, me acorde de que tenía unas ganas incontrolables de verte, las mismas que me habían llevado hasta ahí.

Entre mis alicaídas pestañas, vi los chispeantes retazos del alba. Detrás de tu cama, la ventana mostraba el jardín dejándose querer por el rocío de las 6:30 AM. Las blancas paredes redoblaban la energía del sol radiante de aquel día. Empezaron a cantar esos pájaros intrusos, que anaranjaron la mañana hasta lograr despertarte, y entrar en esa sonrisa con la que caíste el día anterior. Gesticulaste, hiciste algunas muecas antes de abrir los ojos, como para darme a entender que habías soñado con esas palabras que yo no pude entender, las mismas palabras que hicieron estallar nuestros ojos, que nos hicieron mandarnos a la mierda mutuamente. Es que en realidad no teníamos ningún compromiso, ¿cierto?... Niñita buena, sabes que si lo había, un compromiso de ojos, nada del mundo real. Un compromiso que nos lleva años de ventaja, cuatro para mí, cinco para ti.
Abruptamente, levantaste la cabeza y te sentaste en la cama, dejando caer tus cabellos dorados parpadeando sobre tus hombros, matizándose con el alba húmeda y radiante. Los pájaros que lograron sacarte el sueño no aberraron tus oídos tanto como los míos, que estaban fastidiados. Quise bajar la cabeza y tapármelos, pero tus ojos no me dejaron, aún me tenían maravillado, aún después de todo ese tiempo.

No sé como pude creerle a tus ojos, pero lo peor es que siento que todavía podría volver a creerles cien veces más. Las miradas a contraluz y esa sonrisa, maravillada de estar en ese dormitorio blanco cubierto de la alfombra de hojas que recogiste en otoño, las fotos del olvido, la brisa mágica que emanaba desde las techumbres, me hicieron abrir los labios sedientos de ternura y desgarbar aún más mi apariencia. Y, mientras, tú, seguías absorta, sonriendo y mirando fijo. No mirabas a otro punto porque no veías a este flaco sobre el que dejaste caer un único beso, una gota de ternura dosificada que cayó sobre mi boca y que cuando la abrí y quise saborearla, me hundió sin contemplaciones, arrasando con mi crédula ingenuidad. ¡Qué sabes tú de contemplaciones, si sólo esa noche se te escapó un rayo! Uno solo, chispeante, con el que sepultaste al valiente caudillo que solía ser.

Y seguías igual. Esa sonrisa te hacía parecer una máquina demoledora manejada por un pendejo caprichoso que quiere romper la ciudad y reconstruirla a su antojo, que quiere romper los terminales donde nos mirábamos, porque aunque tú ahora fueras a las playas asesinas, sabías que yo todavía paraba ahí.

Pero era hora de destruir esa sonrisa, a lo mejor era hora de renovarla, de quitarle algunos de esos aires que la llenaban de extraños temperamentos. Entonces me levanté, y como una araña ofendida y golpeada, irguiéndose después de haber sido estampada en el suelo, opacada ante el velo de tus ojos; me levanté, justo la voz dueña de ti gritó: "¡....!"

Debías ir, era tarde. Y ahí no importaba ni mi hambre ni mi sueño. Tus ojos, tus sienes, seguían igual. Tu respuesta fue....El portazo que diste quebró el espejo sobre mi cabeza. Debió ser porque no servía. Debió ser porque de ahí no saldrías.




Nicolás Gutierrez
Nercón
email: uka@netnow.cl



ANTERIORES


EL COLUMPIO BAJO EL TECHO
Nicolás Gutierrez Obreque

EL TIEMPO ES IMPLACABLE...
Luis Velazquez

EL ANCIANO Y EL NIÑO DE CHILOÉ
Camilo Chacón Sartori

LA ISLA DESCONOCIDA
Camilo Chacón Sartori

LA VIDA ES PURO RUIDO ENTRE DOS INSONDALES SILENCIOS
Lua Grimalt

UN CUENTO CON ALAS
Constanza Gutierrez

PASA EN UN TREN
Draco Maturana

ECLIPSE DE UN NIÑO
Constanza Gutierrez

ECLIPSE DE UN NIÑO (2)
Constanza Gutierrez

UN PERRO LADRANDOLES A LAS PAREDES
Nicolás Gutierrez

EL OTRO ES TU HERMANO...
Draco Maturana

BORDE DE RIO
Draco Maturana

COMO CONOCI AL ABUELO
Constanza Gutierrez O.

EL ASALTO
Draco Maturana

EL HOMBRE QUE QUERIA VOLAR
Draco Maturana

PAJAROS INTRUSOS
Nicolás Gutierrez Obreque

NAVIDAD EN LA ISLA
Draco Maturana
  consultas
artículos    cuentos    crónicas    poesías    reportajes    notas