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Patagonia Argentina: territorio y arquitectura. La identidad de la diversidad

Autora: arq. Liliana Lolich
Investigadora CONICET
email: lolich@bariloche.com.ar

La ocupación definitiva de la Patagonia por parte de la cultura occidental permitió la incorporación de un vasto territorio chileno y argentino a la sociedad moderna y a la economía de la producción. Sin pretender obviar lo que ello significó como exterminio de culturas aborígenes preexistentes, lo cierto es que nuestra realidad actual deviene de esa política de ocupación. El conocimiento y comprensión de ese proceso nos permitirá un mejor manejo de semejante complejidad. Asimismo, contribuirá a que la inserción de la moderna cultura universal en nuestras propuestas proyectuales mantenga coherencia con nuestra diversidad regional.

Las estancias dedicadas a la cría de ovejas para la producción de lana fueron determinantes de ese proceso por lo que constituyen el elemento más destacado de nuestra identidad cultural. El valioso estudio realizado por Martinic, Benavides, Pizzi y Valenzuela referido a las estancias magallánicas es un antecedente inevitable para adentrarnos en la temática.

En la Argentina, la necesaria "desmerinización" de las pampas para introducir ganado destinado a la floreciente actividad frigorífica, marcó el imperativo de incorporar tierras para la cría de ovinos a fin de no perder presencia en el mercado internacional de lanas. A ello se sumó la necesidad de interrumpir el tránsito de ganado bovino que los malones indígenas arreaban desde la pampa argentina hacia Chile. La consecuencia inmediata fue la Campaña al Desierto que concluyó con la incorporación de gran parte del territorio patagónico, en una extensión cercana al millón de kilómetros cuadrados.

Las loables intenciones estatales de colonizar con medianos y pequeños productores se vieron rápidamente desvirtuadas debido a la entrega de grandes concesiones de tierras que consolidaron rápidamente el latifundio. La conformación de poderosas compañías integradas por capitalistas europeos, fundamentalmente ingleses, fue decisiva para la conformación del mapa territorial. Nació así un sistema en el cual, a partir de los intereses de las grandes estancias, se fueron conformando caminos, se consolidaron puertos, se desarrollaron poblados -y se desalentaron allí donde no convenían-, se tendieron ferrocarriles, se construyeron frigoríficos.

El eje del desarrollo estuvo dado en la relación entre las Islas Malvinas -ocupadas por Inglaterra en 1833-, la ciudad de Punta Arenas -fundada en 1848-, las colonias inglesas en Australia y Nueva Zelandia y la Patagonia argentina. La necesidad de desarrollar la ovejería no reconoció límites fronterizos y una gran integración argentino-chilena se dio a todo lo largo del territorio, al menos hasta la década del 20. Ello nos permite establecer notables paralelos tanto en el desarrollo de la ocupación territorial como en el desarrollo arquitectónico a ambos lados de la franja cordillerana.

Podemos así concluir que, más allá de que todo el territorio estuvo supeditado a una serie de factores externos que forman parte de su actual y compleja diversidad cultural, es la impronta de lo regional la que permite su continuidad en el tiempo. Entiendo la globalización desde sus aspectos positivos de integración, comprensión y comunicación universal. Desecho sus aspectos negativos de destrucción de las culturas y economías regionales. Por ello, esta conferencia es un llamado a trabajar aun más arduamente en la integración de las raíces que nos hermanan desde tiempos de la Colonia para lograr que la incersión en una sociedad universal globalizada concluya en nuestro crecimiento efectivo.

San Carlos de Bariloche, Río Negro, Argentina; octubre de 2000

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