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¡Avión!... ¡Avión!... ¡Avión!...

Cesar Vera Werner
Profesor Normalista y Cronista



 Dirección:
 Aeródromo Gamboa,
 Panamericana Sur s/n,
 Castro, Chiloé.
 Teléfono:
 (65) 632264
 email:
 clubaereo@telsur.cl


 diseñado por:
Una empresa de Chiloé



¡Avión!...... ¡Avión!...... ¡Avión!...

No sé si en alguna parte esta anotada la fecha en que por primera vez llega un avión a Castro. Lo que permanece en el recuerdo es el alboroto, la conmocion que causaba en todos los lugares por sobre los cuales pasaban estos extraños aparatos. La evocacion es clara cuando, debio ser por los años 27 o 28, ocurrio en nuestra aldea Quilquico, un insolito ruido comenzo a llenar él pacifico ambito rural, los primeros en dar muestras de inquietud fueron los animales: perros con los pelos erizados ladrando y aullando hacia el norte, caballos corriendo desatinados, vacunos mugiendo, las ovejas golpeando el suelo con sus patas, a medida que el rumor sé hacia mas patente para los humanos, otras reacciones afloraron, don Agustin y Doña Chepa, el matrimonio mas anciano de la localidad, asustados, buscando que la proteccion divina les llegara en forma directa, desde la casa misma de Dios, se refugiaron en el portico de la iglesia, la Meche, que vivia muy cerca del cementerio, permanentemente embarazada, opto por ocultarse en el bosquesillo proximo juntos a sus, en ese tiempo, seis o siete chiquillos lloriqueantes de miedo. El vecino don Liborio, en su papal, atento al desempeño de una decena de peones que hacian "quecha" (faena consistente en ablandar la tierra y sacra el pasto de la hilera de las nacientes matas de papas), capto el desconcierto temeroso de estos y aprovechandose de ello les ordeno marcialmente(habia hecho el Servicio Militar) tenderse boca abajo entre los "pundillos" (espacio entre hileras (camellones) de matas de papas), para su regocijo todos obedecieron. Empolvados, corridos, hombres y mujeres se incorporaron cuando el avión ya estaba lejos buscando tomar Castro. Como sea nadie quedo dentro de su casa el aparato paso a unos cuantos metros por sobre la torre de la iglesia era un biplanode esos usados en la Primera Guerra Mundial. Luego los comentarios la exitacion hizo que muchos vieran el asunto en forma un tanto singular. ¡Iba un hombre sentado atrás! Aseguraba Don Andres confundiendo el timon con una persona. ¡Casi choca de la torre! Exagero chindo ¡Era como un matapiojos!. Iban dos gentes hacian maiche (gestos de amistosos saludos con brazos y manos). ¡"Pareque" va caer en Castro aseguro Don Rosendo a quien apodaban "Pareque" no podía decir "parece que" de ahí "su mal nombre" (apodo) las palabras aterrizaje, aterrizar todavia no estaban incorporadas al vocabulario local. En Castro entretanto, comenzaba el revuelo: en la entonces Escuela N° 1, Ubicada en calle Chacabuco, frente al Liceo B-N° 34 Galvarino Riveros Cárdenas, las clases proseguían con su ritmo habitual, de pronto "OCO" Pérez, avispado alumno del sexto año, inclinó la cabeza endilgando la oreja derecha hacia la ventana próxima, la expresión expectante, dubitativa, unos segundo de suspenso, luego su voz sonó como un escopetazo dentro de un templo...... ¡AVIÓN! ...el curso entero saltó como un resorte. A los gritos de ¡AVIÓN! ¡AVIÓN! ¡AVIÓN! Que se generalizó en todo el establecimiento; en una auténtica estampida, comenzaron a salir los muchachos hacia la calle, algunos saltando por las ventanas, los maestros que trataron de interponerse en puerta y pasillos fueron literalmente arrollados. No hubo manera de detener la infantil avalancha que alcanzó al exterior corriendo con la vista clavada hacia arriba siguiendo la trayectoria del aeroplano, mesclándose con el numeroso grupo de vecinos que, abandonándolo todo, hormigueaban ya por el ámbito Castreño; las evoluciones cada vez a más baja altura sobre el sector que llamábamos "La Chacra" hizo gritar a un entendido ¡Va llegar sobre la pampa de los Tirachini! Los ires y venires acabaron, las carretas tomaron dirección hacia el lugar indicado, la planicie donde hoy se asienta la población alta de Castro a la que era posible acceder por camino, actualmente Avenida Pacífico. La gente ávida por contemplar de cerca de tan extraño aparato y, más que nada, cerciorarse de quienes lo tripulaban eran seres de carne y hueso, que eran hombres como todos los demás, claro que lo eran, por lo menos en el aspecto exterior, porque para acometer la hazaña de volar se necesitaba (y se necesita) poseer otros atributos, ser algo más que una persona "corriente y moliente" ¿A cuáles de los admirables pioneros de la aviación chilena tuvimos el privilegio de recibir acá?.... Pero, si, estaban junto a sus aviones sonrientes, relajados, afables, respondiendo con naturalidad comprensiva a la curiosidad llena de admiración y de respeto que le manifestaba la multitud. No demoró mucho de surgir la invitación: ¡Señores, bajemos al pueblo, en el Club Social o en el Hotel "Hein" nos servimos algo!

Rodeados de una gran cantidad de personas comparables a la que se juntaba cuando solía llegar el Señor Obispo, los pilotos ya en el centro de la ciudad, donde, en los locales mencionados fueron agasajados por autoridades y vecinos "pudientes" a la Chilota o sea en forma abrumadoramente afectuosa, abierta, generosa. Entretanto el flujo de gente hacia el improvisado campo de aterrizaje era continuo, de manera que llegado el momento de despegue, los espectadores los copaban casi. Caballo y vacas arrinconados por ahí, se limitaban a mirar asustados tan inusitado ajetreo. Estoy seguro que a estas últimas se les subió la leche y que no dieron una gota eses día.

La maniobra fue seguida con profunda atención, colocación de "mamelucos", ("Buzos" le llamamos ahora), gorros, antiparras, el jalar de la hélice a la voz de ¡Contacto! Carreteo y... arriba: el avión dio varias vueltas a baja altura sobre Castro, de pronto, recto hacia la pampa de los Tirachini (más tarde se le denominó "Cancha de los Tirachini" por el involuntario papel asumido como cancha de aterrizaje; aeropuerto, aeródromo eran vocablos no usados aún) la pasada rasante, a unos tres metros del suelo. Dejó gran tendalera entre los espectadores, los que pudieron arrancaron hacia los lados, los que estaban en la línea del aparato al ver que ese rugiente monstruo se les venía encima, solo atinaron a lanzarse al suelo en un enredo de los mil demonios, sombreros, chaquetas y otras prendas revolotearon como jotes asustados. El avión tomó rumbo al Norte, las miradas lo siguieron hasta que terminó de ser un punto visible, sin valorar todavía que iban allí dos hombres que comenzaba a rasguñar el cielo. Tal conmoción, continuó, y por mucho tiempo, cada vez era dado escuchar el ruido de avión, la gente abandonaba todo lo que estaba haciendo, bueno... casi todo: platos, tazas si coincidía con horas de comida, herramientas si con momentos de trabajo, copando las calles, corriendo hacia el sitio del aterrizaje. Más tarde cuando comenzaron a llegar aparatos de mayor tamaño tomaban tierra en los llanos de Piruquina: el trencito de carga, dos carros planos, la locomotora hechando chispas, retrocediendo, arribaba al lugar junto a la línea para llevar o trae uno que otro osado pasajero. Renovada expectación causó la llegada del primer hidroavión, de esas que "caían en la mar". Como una gigantesca, ruidosa ave marina, sobrevoló la bahía en plan de reconocimiento para posarse en sus habitualmente quietas aguas; con suavidad, rozando apenas la superficie, dejando una fina estela, luego con todo el cuerpo, desparramando espuma, "abriendo mares" detención con un suave y elegante balanceo, cumplió la maniobra, enseguida rumbo a la escalera del improvisado muelle de entonces que se hizo estrecho para contener a aquel "golpe de gente" ansiosa por ver de cerca la maquina y a sus míticos guías ". Al instante de la partida, el Sikorski, emprendió una serie de movimientos en preparación para tomar altura, acelerando y desacelerando reunía sus fuerzas, al mismo tiempo que, en sus trajines nos mostraba que era una laya de nave distinta a las que formaban parte de nuestras vidas, indicándonos, tal vez, que la bucólica existencia Chilota comenzaba, inevitablemente a cambiar. Un poco más al Sur de actual posición de la boya,aquieto el motor,aproo al Norte, inmóvil, daba la impresión que respiraba muy hondo, entonces acelerado a fondo, inicio galana, rápida carrera en busca de alturas; el ruido copaba la bahía, multiplicado al rebotar en las faldas de los cerros que enmarcaban el fiordo Castreño. ¿Se imaginan, gente de hoy, que espectáculo para aquella época?. A la cuadra de Ten-Ten, a unos 50 metros de altura, el hidroavión repentinamente se detuvo y cayó al mar ¿Qué pasó? Pues que tropezó con el alambre del telégrafo Castro/Rilán, en esa parte cruzaba hasta los altos de Tongoy (ese alambre fue causa de dos o tres accidentes, el último costó la vida a dos jóvenes capitanes de nuestra Fuerza Aérea de Chile. Ya no existe). El accidente no tuvo consecuencias graves, nada irreparable ni para pilotos ni para el avión, este último fue remolcado hasta Punta de Chonos, lugar que, por varios días, fue centro de atracción para todos los habitantes de Castro, de las localidades cercanas y de otros pueblos importantes de la isla. Hasta allí, y con mucho sacrificio, profesores y alumnos de escuelas Rurales Quilquico/Nercón/Putemún/Llau-Llao, etc., lo esencial era observar de cerca esta nueva creación del hombre, en lo posible, tocarla. A la luz del grandioso avance de la navegación aérea y espacial, para los jóvenes debe ser difícil comprender tanta curiosidad y tan grande alboroto por simples, pequeños y casi artesanales aparatos de sesenta años ha. Cada cosa a su tiempo: ¿Se han fijado en la cantidad de personas que sé reúnen cuando se efectúa en lanzamiento en Cabo Cañaveral? ¿No correría Ud., si de pronto supiera que una nave espacial, un Ovni,se ha posado en Punta de Chonos, en Nercón, en Rilán,en Ancud o en cualquier otro punto de Chiloé? No pierdo las esperanzas de estar entre los "mirones de aquesto ¿porqué no? Tengo por ahí algunos amigos que están empecinados, "tacanes" (Porfiados/empeñosos y constantes), en presenciar por segunda vez la pasada del Cometa Halley.Tampoco pierdo las esperanzas de que el hombre, de vez en cuando, deje lo cotidiano para salir gritando feliz y asombrado, mirando hacia arriba:
¡ Avión!...¡Avión!...¡Avión!...


Cesar Vera Werner
Profesor Normalista y Cronista.
email: werold@123click.cl